De pequeña aprendí una canción que decía: "Te damos las gracias Señor por las manos./Podemos aplaudir/ porque tenemos manos/ podemos escribir/ porque tenemos manos/ podemos dibujar/porque tenemos manos". Así comenzamos a descubrir nuestro cuerpo y sus posibilidades de acción. Al crecer, en la adolescencia aprendes de unas manos que acarician revoloteando sobre tu piel, despertando emociones y sentimientos. Creces y creces y utilizas las manos en las tareas diarias: lavas, guisas, coses, planchas, tecleas, conduces.... y sigues acariciando (lo que más) a tu pareja, a tus hijos... Manos que se mueven y expresan, manos suaves o ásperas, manos que dicen mucho de tí. ¡Ah, las manos!. Las manos, deslizándose sobre un piano, entrelazando sonidos, creando melodías, siguen despertando emociones y sentimientos.